22 febrero 2007

LOS CAZADORES CAZADOS



Julio de 1992. Apenas quedaban unos días para comenzar los Juegos Olímpicos de Barcelona cuando tres amigos decidieron tomarse una semana de vacaciones en Cuba. A sus mujeres les explicaron que se iban a cazar a Extremadura.

Para que ellas no descubrieran el engaño se despidieron pertrechados con el disfraz de cazador, la escopeta, los cartuchos... Una vez consumada la primera parte de la mentira, los tres amiguetes, ávidos de sexo caribeño, dejaron el coche en el parking de El Prat y volaron a Cuba.

Férrea vigilancia en Barcelona

No contaron los tres cazadores con que Barcelona estaba aquellos días sometida a un férreo control de seguridad. Ni imaginaron que un perro detector de explosivos, en una rutinaria patrulla en el aeropuerto, iba a marcar el maletero de su coche al detectar el aroma dulce de la pólvora prensada de los cartuchos.

Mientras ellos tonteaban con cubanas de pago a 9.000 kilómetros de distancia, aquí los artificieros de los Tedax se disponían a forzar el maletero del coche sospechoso para descubrir y explosionar la supuesta bomba.

Sonriente vuelta a casa

Tras incautarse de los cartuchos y las escopetas, los agentes se dirigieron al domicilio del propietario del coche y allí explicaron a una incrédula mujer que su vehículo no estaba en un coto extremeño, sino en el aeropuerto de El Prat, y que sus ocupantes se habían dejado allí todo el equipo de caza. No les costo nada a los guardias civiles comprobar que los tres compañeros de aventura habían ido a cazar, pero al otro lado del Atlántico.

Pasada una semana, cuando los tres amigos bajaron del avión sonrientes y satisfechos llamaron a sus casas para avisar que estaban a punto de llegar. Luego, al acercarse al parking, comprobaron, horrorizados, que el maletero de su coche estaba forzado y vacío. Deprisa, se fueron a El Corte Inglés a comprar ropa de caza y armas antes de presentarse en sus casas. Allí, sus mujeres les estaban esperando.

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